Takkure es un juego de mesa con estética cyberpunk, basado en las reglas del rugby. Un juego rápido, dinamico y divertido.
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basado en rugby.
Con cuatro jugadores por equipo, atrae a millones de espectadores y genera suculentos ingresos sobre todo en la brillante Chrome City.
Sangriento, inmoral y jodidamente divertido. Takkure es una forma de lidiar con la alienación con más alienación. Puro opio, dormir la conciencia. O al menos, nació de ese modo. Porque a la vez y con el transcurrir del tiempo, se ha convertido en un espacio reivindicativo. Un potentísimo amplificador que podemos emplear los desposeídos, los que nunca somos escuchados. Los que competimos con nuestros equipos sin apenas implantes, reprogramaciones sensoriales o ingeniería farmacológica.
Un lugar en el que hacernos visibles a base de puñetazos en alta definición y, con algo de suerte, lesiones graves con simulación de diagnóstico en directo a unos cuantos bastardos promovidos por las élites.
A la Yakuza, la mafia más temida del país del sol naciente, no le costó adaptarse y sobrevivir en este nuevo entorno. Aunque para ello tuvo que “diversificar” su actividad.
¿Y qué pinta el equipo Yamato en todo esto? Bien, la Yakuza precisa de toda una serie de negocios legales para lavar sus ganancias, un equipo de Takkure es una excelente inversión a tal fin. No solo eso, a medida que los focos se centran en el palmarés de su equipo, se alejan de sus actividades ilícitas, que pueden seguir permaneciendo en la oscuridad.Un negocio redondo.
Los Teriomorfos son el equipo de Takkure por antonomasia. Dispone de los patrocinadores más solventes, los más avanzados implantes cibernéticos, mejoras sensoriales que distan y mucho de estar al alcance de cualquier otro equipo. Dicho de otro modo: son la jodida jet set.
Los jugadores del Teriomorfos se han convertido en estrellas sin parangón. Acaparan los focos y la publicidad, son idolatrados por los niños y aparecen en todo tipo de productos de merchandising. Pero si me preguntas a mí, creo que todo es puro marketing. Debajo de esos personajes tan icónicos solo hay un atajo de gilipollas que han accedido, me figuro que a cambio de una cantidad inmoral de dinero, a que terceros hagan de sus vidas poco menos que un guión de película.
Pero estos chavales vienen de un ambiente pobre y oprimido. Deben buscarse la vida para financiar mejores motores, suspensiones e incluso aceleradores neuronales que aumenten sus reflejos. Usan todo tipo de subterfugios ilegales para lograr financiación. Digamos que las formas más habituales son no-legales. Y en contadas excepciones si montan negocios o buscan una manera legal de ganarse la vida.
Así son los Dorikin.